5 feb 2022

Mi posición en Cristo

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.
1 Juan 3:1

Dios me ha Adoptado “En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos”.
Efesios 1:5

¡Ah, qué dicha es estar seguros! Todo mundo anhela y suspira por ello. ¿Por qué? Quizá la seguridad tiene tanta importancia porque todos hemos experimentado la sensación de que alguien en quien solíamos confiar “nos mueve el tapete”. En alguna ocasión, tuvimos un lugar en ese corazón, pero el tapete del rechazo nos hizo caer en el abandono emocional.
¿Existe algún lugar que puede usted llamar “mi hogar” sin que le preocupe el futuro? ¿Ese lugar le proporciona seguridad emocional? Considere lo que dice nuestro Padre celestial: “te he predestinado para ser mi hijo”.
Aunque Dios ya tiene un Hijo, él decidió adoptarlo a usted. Él no tenía por qué hacerlo, pero ¡él lo quería a usted! Usted es su hijo y él es su Padre amoroso. 
Tomás Watson lo dijo así: “Puesto que Dios ya tiene un Hijo propio, y ¡qué Hijo! ¡Qué maravilloso es saber que por su gran amor decidió adoptarnos! Sin duda, nosotros lo necesitamos como Padre, pero él no nos necesita como hijos”.
Si usted nunca tuvo una relación significativa con su padre terrenal, puede ser difícil entender cabalmente lo que es un Padre celestial amoroso y bondadoso. Contrario a los padres terrenales, Dios siempre está disponible. Nunca lo dejará ni lo desamparará. Él está con usted en todo momento. Él anhela participar íntimamente en todos los aspectos de su vida. Al adoptarlo, él lo escogió para darle todos los privilegios de pertenecerle a él. 
Hay muchas similitudes entre la adopción divina y la de un niño. El adoptado no es inferior a los demás hijos; lleva el apellido de la familia y su herencia es segura porque también es heredero legal. 
Sin embargo, hay una diferencia. El adoptado legalmente no tiene la misma naturaleza que sus padres, quienes poseen distintos genes y características biológicas. Pero en la adopción divina, el hijo siempre recibe una nueva naturaleza, la de su Padre. 
Cuando la figura de la adopción se presentó por primera vez en la Biblia, se entendió como un acto irrevocable. ¿Se da usted cuenta de lo que esto significa en su relación con Dios? 

Repita estos versículos en sus propias palabras:
Romanos 8:15
Gálatas 4:5–7

Hunt, J. (2009). Viéndonos como Dios nos ve (pp. 17-20). Centros de Literatura Cristiana.