¿Quién dice que estoy en lo correcto? — Día 34
Jesús respondió: Si yo me alabara a mí mismo,
mi alabanza carecería de valor. Pero el que me alaba
es mi Padre; el mismo que vosotros decís que es vuestro Dios. En realidad no le conocéis; yo, en cambio, lo conozco […]. — Juan 8.54–55 (La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Alabarse a uno mismo puede verse como algo normal, y hasta saludable para la autoestima. Sin embargo, y conociendo nuestra subjetividad, la autoalabanza corre siempre el riesgo del autoengaño. Creer en nuestra bondad, inteligencia, paciencia, justicia y santidad, no es suficiente; se necesita alguien externo que lo reconozca o lo confirme.

Entonces, ¿quién nos juzga? ¿De parte de quiénes viene el elogio verdadero? Viene de Dios, quien pesa los corazones: A uno le puede parecer intachable su conducta, pero el Señor juzga las intenciones (Proverbios 16.2). Y viene también de la gente a la que nos debemos. La comunidad a la que servimos y que nos sirve, en la iglesia, en el barrio, en el lugar de estudio o de trabajo… en la familia. Para Jesús, la comunidad que avaló su ministerio fueron los ciegos, los leprosos, los sordos, los muertos que había resucitado; los niños y las niñas, las viudas y los empobrecidos.
Hay que creer en los elogios que vienen de Dios (Mateo 7.37) y de la comunidad (Lucas 7.22). ¡Esos son los que más valen!
Para seguir pensando.- “Todo el arte consiste en no engañarse a sí mismo: mínimas islas de rocas en todo un mar de autoengaños. Lo que más puede lograr un hombre es aferrarse a ellas y no ahogarse”. — Elías Canetti (Premio Nobel de Literatura, 1981)
Vale que nos preguntemos.- ¿Cuento con una persona de confianza que me ayude a ver mis propios errores? ¿Estoy dispuesto a hablar con otras personas acerca de mis actuaciones?
Oración.- Tú, Señor, me conoces. Nada está oculto ante ti. Conoces la intimidad de mi corazón y la juzgas. Quiero escuchar tu voz y aprender a caminar en humildad. Escuchar también la voz de la comunidad y aprender a vivir sirviendo. Amén.
Segura, Harold. En el Camino con Jesús