14 sept 2020

LA VERDADERA LIBERTAD - La institución del trabajo y del matrimonio

La verdadera libertad

Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Génesis 2:16–17

En la buena providencia de Dios se nos han dado dos relatos de la creación, que se complementan entre sí. Ambos se ocupan de la creación de los seres humanos, pero hay una diferencia significativa entre los dos relatos. En Génesis 1 el Creador, a quien se nombra como ‘Dios’, sostiene a todo el cosmos, en tanto que en Génesis 2 recibe el nombre del pacto: ‘Jehová Dios’, quien disfruta de una comunión íntima con sus criaturas humanas. En este capítulo se introducen el trabajo y el matrimonio, ambos presentados como la provisión amorosa de Jehová.

Dios le dio a Adán dos instrucciones claras: una en sentido positivo y la otra en sentido negativo. La primera era un permiso amplio (podía comer de todos y cualquier fruto de los árboles en el huerto). La segunda era una sola prohibición (no debía comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, que estaba en el centro del jardín).

El generoso permiso daba un acceso casi completamente ilimitado a la rica variedad de árboles en ese lugar. Cada uno de ellos era ‘delicioso a la vista’ y ‘bueno para comer’ (v. 9), lo cual ofrecía a Adán y a Eva satisfacción estética y material. La provisión abundante incluía también el acceso al ‘árbol de la vida’, símbolo de la continua comunión con Dios, quien es vida eterna (ver Juan 17:3), de lo cual el relato nos da un atisbo al decir que Jehová Dios paseaba en el huerto (Génesis 3:8).

El árbol del conocimiento del bien y del mal al cual hace referencia la única prohibición, no se llamaba de esa manera porque tuviera propiedades mágicas, sino porque estaba allí para poner a prueba a Adán y a Eva. Por haber sido creados a imagen de Dios, ya tenían algún grado de discernimiento moral; pero si desobedecían a Dios, tendrían la experiencia desastrosa tanto del mal como del bien.

Un estudiante finlandés me dijo en una ocasión en la Universidad de Helsinki: ‘Anhelo la libertad, y la estoy encontrando cada vez más desde que renuncié a Dios’. Sin embargo, la verdadera libertad no se encuentra al descartar el yugo de Cristo sino al someternos a él, es decir, absteniéndonos de aquello que se nos ha prohibido. Obediencia significa vida, y desobediencia significa muerte.

Para continuar leyendo: Mateo 11:28–30

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis