11 abr 2020

El significado de la Cruz

Una expresión de amor

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5:8

¿Cómo podemos creer en el amor de Dios cuando hay tanto que parece contradecirlo? El apóstol Pablo revela en Romanos 5 dos razones principales por las que podemos estar seguros de que el Señor nos ama. La primera es que ‘el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado’ (v. 5). La segunda es que ‘Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros’ (v. 8). ¿Cómo podríamos dudar del amor de Dios? Es verdad que a menudo nos sentimos profundamente perplejos ante las tragedias de la vida. Pero el Señor ha demostrado su amor tanto en la muerte de su Hijo por nosotros como al derramarnos su amor en el don de su Espíritu. Tanto en la historia objetiva como en la experiencia subjetiva, él nos ha dado suficientes fundamentos para creer en su amor. La combinación del ministerio histórico del Hijo de Dios (en la cruz) y del ministerio actual del Espíritu (en nuestro corazón) es una de las características más saludables y gratificantes del evangelio.

La Biblia no resuelve el problema del sufrimiento pero nos ofrece la perspectiva correcta para considerarlo. Entonces, cuando nos sintamos desgarrados por la angustia, subamos al monte Calvario y desde ese sitio singularmente ventajoso podremos considerar las calamidades de la vida.

Lo que vuelve insoportable el sufrimiento no es tanto el dolor que conlleva sino el sentimiento de que a Dios no le importa. Lo imaginamos holgazaneando en un sillón celestial, indiferente a los sufrimientos del mundo. Esta caricatura difamatoria del Señor queda hecha añicos ante la cruz. Allí no lo vemos en una cómoda reposera sino en una cruz. Porque el Dios que permite el sufrimiento es el que allí sufrió en Jesucristo y sigue acompañándonos hoy en el sufrimiento. Todavía queda un signo de interrogación adherido al sufrimiento humano, pero sobre esa marca estampamos otra, con fuerza: la marca de la cruz.

Para continuar leyendo: Romanos 8:28–39

Stott, Jon R. Toda la Biblia en un año