26 abr 2020

La demostración divina en la cruz

Para manifestar su justicia … Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 3:25; 5:8, RVR95.

Todos los seres humanos de cualquier rango y condición, los inmorales y los moralistas, los judíos y los gentiles, todos sin excepción somos pecadores, culpables, y no tenemos excusa ni argumento delante de Dios. Esta es la terrible zozobra humana de la que comentamos ayer. No quedaba un rayo de luz, un atisbo de esperanza, ninguna perspectiva de rescate. ‘Pero’, irrumpe de pronto Pablo, Dios mismo ha intervenido. Después de la prolongada y oscura noche, amanece un nuevo día. Es una revelación nueva, y se enfoca en Cristo y en su cruz. Romanos 3:21–26 es un párrafo muy concentrado, al que Charles Cranfield calificó como ‘el centro y el corazón’ de esta parte de la epístola, en tanto que Leon Morris va más lejos y escribe que este párrafo probablemente ‘sea el párrafo más importante jamás escrito’. En él aparecen términos o conceptos extraordinarios como propiciación o expiación, redención y justificación.

Pero me concentraré en lo que Pablo escribe acerca de la demostración de la justicia y el amor de Dios. El apóstol traza un contraste intencional entre el pasado y el presente, entre los pecados cometidos antes (a los que el Señor en su misericordia dejó sin castigar), y el presente en el que Dios ha actuado para poner de manifiesto su justicia. Se trata de un contraste entre la misericordia divina que postergó el castigo y la justicia divina que se aplicó sobre Cristo en su cruz.

Sin embargo, según Romanos 5:8, en la cruz hubo otra manifestación: ‘Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros’. En realidad la palabra ‘manifestación’ resulta demasiado débil para esto; sería mejor decir que allí se demostró. Para captar este concepto necesitamos recordar que la esencia del amor es darse, y que el grado de amor se mide en parte por el alto precio que tiene el obsequio para quien lo da, y en parte por el valor o la falta de valor que tiene el que lo recibe. Según esas pautas, el amor de Dios en Cristo es indudablemente único. Porque al enviar a su Hijo a morir por los pecados, estaba dándolo todo, dando su propio ser, y entregándose a sí mismo por quienes nada merecíamos sino juicio.

No podemos entender la cruz a menos que la hayamos reconocido como una doble demostración: de la justicia de Dios y del amor de Dios.

Para continuar leyendo: Romanos 5:1–11

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis