27 abr 2020

Muertos al pecado, vivos en Cristo

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? Romanos 6:1

Dos veces en Romanos 6 (vv. 1, 15) escuchamos al crítico imaginario de Pablo planteando la misma pregunta: ‘Con esto que enseña, ¿quiere decir Pablo que podemos seguir pecando para que la gracia de Dios continúe perdonando?’. Dos veces el apóstol responde con indignación ‘de ninguna manera’ a los cristianos que al hacer esa pregunta demuestran que nunca entendieron el significado de su bautismo (vv. 1–14) ni de su conversión (vv. 15–23).

¿Acaso no sabían que su bautismo significaba que estaban unidos a Cristo en su muerte, que su muerte era la muerte al pecado (cumpliendo con las exigencias de su penalidad), y que también habían participado con él en su resurrección? Por la unión con Cristo quedaban muertos al pecado y vivos para Dios. ¿Cómo podían, entonces, seguir viviendo en aquello a lo cual habían muerto? Lo mismo podía decirse de la conversión. ¿No se habían entregado con decisión a Cristo como sus siervos? ¿Cómo podían pensar siquiera en deslizarse otra vez a su vieja esclavitud al pecado? Nuestro bautismo y conversión han cerrado la puerta a la vieja vida y han abierto la puerta a una nueva vida. Es posible retroceder, pero es inconcebible que lo hagamos. Lejos de alentar el pecado, la gracia lo prohíbe.

No alcanza con la airada declaración ‘de ninguna manera’. Necesitamos avanzar y confirmar esta reacción con una razón, concretamente la necesidad de recordar quién somos a raíz de nuestra conversión (interior) y de nuestro bautismo (exterior). Somos uno en Cristo (vv. 1–14), y siervos de Dios (vv. 15–23). ¿Cómo podemos, entonces, persistir en el pecado y presumir sobre la gracia? Hasta el pensamiento es intolerable y una completa contradicción. Por eso debemos recordarnos en forma constante quién somos. Tenemos que aprender a reflexionar y plantearnos a nosotros mismos algunas preguntas: ‘¿Acaso no sabes quién eres? ¿No sabes que estás unido a Cristo y entregado a Dios como su siervo?’ Debemos insistir con estas preguntas hasta que hayamos aprendido a respondernos: ‘Sí, sé quién soy, una nueva persona en Cristo; y por la gracia de Dios me propongo vivir en consecuencia’.


Para continuar leyendo: Romanos 6:1–23

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis