10 sept 2020

COLABORAR CON DIOS - La institución del trabajo y del matrimonio

Colaborar con Dios

Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Génesis 2:15

Los lunes por mañana me ataca la depresión’, decimos a veces con voz melancólica. Es 
una experiencia común. Pero después de haber disfrutado del refrigerio del descanso y la adoración que nos brindan los domingos, deberíamos estar ansiosos por comenzar la semana laboral. Deberíamos exclamar, en palabras del título del libro de Mark Greene: Thank God It’s Monday! (Gracias a Dios, ¡es lunes!).

Lo que necesitamos es una genuina filosofía cristiana del trabajo. Son demasiados los cristianos que consideran a su trabajo como poco más que una lamentable necesidad, ya que de alguna manera tenemos que ganarnos el sustento. En contraste, deberíamos imaginar la situación de Adán (por lo que podemos ver, un agricultor neolítico), saliendo cada día a trabajar en el huerto del Edén lleno de energía y entusiasmo. Porque Dios había puesto al hombre que creó en el jardín que también él había plantado, ‘para que lo labrara y lo guardase’ (v. 15). El Señor intencionalmente se humilló a sí mismo para requerir la colaboración de Adán. ¡No cabe duda de que el Creador hubiera podido hacer todo el trabajo! Después de todo, él había plantado ese huerto. ¡De modo que podemos suponer que también podría haberlo atendido! Pero eligió no hacerlo de esa manera.

Me gusta la historia del jardinero que estaba mostrándole a un clérigo el magnífico seto verde, que estaba en todo su esplendor. El clérigo rompió en alabanza a Dios, hasta que el jardinero se cansó de ver que no se le daba ningún crédito a él. Entonces se quejó: ‘¡Usted tendría que haber visto este lugar cuando Dios lo atendía solo!’ Su teología era correcta. Sin el trabajo del ser humano, el jardín hubiera sido un erial. 

Necesitamos, por lo tanto, hacer una importante distinción entre naturaleza y cultura. Naturaleza es lo que Dios nos da; cultura es lo que hacemos de ella (agricultura, horticultura, etc.). En la naturaleza tenemos los materiales crudos; en la cultura tenemos los productos preparados para el mercado. La naturaleza es la creación divina; la cultura es el cultivo humano. Dios nos invita a compartir su trabajo. Sin duda, nuestro trabajo se transforma en un privilegio cuando lo consideramos como una colaboración con Dios.

Para continuar leyendo: Génesis 2:7–9, 15

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis