1 oct 2020

ATISBOS DE LA GRACIA - La caída

Atisbos de la gracia

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?… Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Génesis 3:8–9, 21

La situación ahora es grave y el panorama desolador. Adán y Eva se han rebelado contra la autoridad de Dios; solo les queda cosechar del mal que ellos mismos cometieron. Pero contra este trasfondo de pecado, culpa y juicio, comienzan a aparecer los atisbos de la gracia.

En primer lugar, Jehová Dios ‘se paseaba en el huerto, al aire del día’. Ya había concluido el trabajo de la jornada. El Señor estaba haciendo su acostumbrado paseo vespertino. Podemos asumir que en una situación normal Adán y Eva lo acompañaban. Pero ahora no se los veía por ningún sitio porque se habían escondido. Sin embargo Dios continuó buscando a la pareja.

Entonces ‘Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?’ En nuestros días hay una tendencia a invertir los roles, y hablamos acerca de que el ser humano busca a Dios. Pero la realidad es que Dios está buscando al ser humano. Mientras Adán y Eva se escondían entre los árboles, el Señor notó su ausencia, los buscó y los llamó.

En tercer lugar, aunque la conciencia de desnudez que sentían Adán y Eva era culpa de ellos mismos a causa de la desobediencia, el Señor Dios se compadeció de su vergüenza y estuvo dispuesto a hacer algo para aliviarla. Entonces ‘Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles y los vistió’ (v. 21). Ahora bien, la piel para confeccionar las túnicas solo estaba disponible si antes se mataba a un animal. ¿Es esta una insinuación de algo que se enseña claramente más adelante, de que para resolver y perdonar la culpa del ser humano se requiere un sacrificio en el que se derrame sangre, anticipando de este modo la salvación por medio de la sangre de Cristo? Quizás. Pero lo que sí es explícito es que Dios decidió darles a Adán y a Eva una protección mayor que la que podían darse a sí mismos, y les proveyó con vestimentas de piel que él mismo confeccionó, con las que reemplazó los precarios delantales hechos con hojas de higuera. En cada caso Dios tomó la iniciativa. Y el nombre que corresponde a la iniciativa divina inmerecida es: gracia.

Para continuar leyendo: Salmos 32:1–7

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis