26 mar 2021

¿Acaso seré yo, Señor? / CUARESMA - día 38

Al anochecer, Jesús se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaba dijo: Os aseguro que uno de vosotros va a traicionarme. Los discípulos, muy tristes, comenzaron a preguntarle uno tras otro: ¿Acaso seré yo, Señor? 
— Mateo 26.20–22 (La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010) 

Jesús anuncia la traición de Judas con absoluta serenidad; lo hace mientras cenan. No hay ninguna alteración que haga pensar que la traición lo toma por sorpresa. Los sorprendidos son los discípulos, que preguntan cuál de ellos será el traidor. Preguntan con tristeza. ¿Sería Judas el más desconcertado? Puede ser, porque sabemos que el pecado enturbia la manera de examinarnos a nosotros mismos.

Jesús no se extrañó ni de la negación de Pedro ni de las preguntas de Felipe, ni de las insinuaciones de poder por parte de los hijos de Zebedeo ni de las dudas de Tomás. Por supuesto que sufrió, como sucede con todo ser humano saludable, cuando sabe que los suyos no lo comprenden. Sufrió, aunque sabía que los suyos también estaban expuestos a las ambigüedades e inconsecuencias de la naturaleza humana. 

Siendo que Jesús sabía lo mucho que podía esperar de ellos, también conocía lo poco que tenían de perfección, pero los amó hasta el final, incluso más allá de las traiciones y las dudas. Su amor no era una respuesta a la bondad de ellos, sino una propuesta de amor incondicional que iba más allá de lo que dijeran o hicieran. Si acertaban, Jesús los amaba; si fallaban, los amaba de igual manera. 

¿Cuál es, entonces, el estímulo y motivo para seguir a Jesús sin doblez ni engaño? Su amor, sólo su amor. No el temor al castigo por fallar, sino el sabernos aceptados por su gracia. Este es el fundamento de la moralidad cristiana.

Para seguir pensando
“Teniendo como fundamento y como meta el Dios del Amor, la moral cristiana es necesariamente una moral del amor… A esta revelación de Dios como Amor corresponde la revelación de la Caridad como el camino de la ética cristiana: camino de la perfección personal y camino de la trasformación del mundo”. 
— Marciano Vidal (teólogo español)

Vale que nos preguntemos 
¿Cuál es la mayor razón que inspira mis compromisos con Dios y con el prójimo? ¿Qué lugar ocupa el amor de Dios dentro de esas motivaciones?

Oración 
Señor Jesucristo, la traición, la negación y la duda están siempre presentes en mi peregrinaje de fe. Por el amor que me tienes, anhelo serte fiel. Que mi compromiso con tu reino nazca de la gratitud por tu amor. Amén. 

 Segura, Harold. En el Camino con Jesús