Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad… Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar:
«¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre!». — Lucas 15.14, 17, 18
El hijo pródigo, después de haber malgastado su exiguo capital, recapacitó y decidió regresar a la casa de papá. La región donde se encontraba sufrió una crisis y él supo, entonces, lo que era el hambre y la necesidad económica. Pero reconsideró; volvió en sí, se levantó y fue, como ya sabemos, tras el perdón del padre y la indisposición del hermano mayor (que se molestó por el perdón que le dieron a su hermano, el disoluto).
Aquello que le faltaba: comida, afecto y buen trato, lo hizo pensar mejor. ¿Qué hubiera pasado si se acostumbra a la estrechez de la vida y a comer las algarrobas de los cerdos? Otra hubiera sido la historia.
Hay quienes, exigidos por la dureza de sus horarios de trabajo o por las cargas que se autoimponen para obtener “el éxito”, desatienden su salud, abandonan el juego y la recreación, descuidan su familia, no tienen más tiempo para la amistad y el ocio creativo… y se acostumbran a las algarrobas. No recapacitan; allí se quedan y no vuelven más.
Acostumbrarse así, deshumaniza. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su propia vida? (Mateo 16.26), enseña Jesús. Esta es la paradoja: que nos acostumbramos a perder la vida tratando de ganar algo que nos quita la vida.
Jugar, soñar, hablar, amar, descansar, servir, correr, cantar, comer... son cosas que siempre deberían hacernos mucha falta y sin las cuales nunca deberíamos acostumbrarnos a vivir.
Para seguir pensando
“Espiritualidad significa literalmente una vida en el Espíritu de Dios y una relación vital con ese Espíritu… El Espíritu son las ganas de vivir que nos embargan, y las fuerzas del Espíritu son las fuerzas de la vida que despierta en nosotros”.
— Jürgen Moltmann (teólogo alemán)
Vale que nos preguntemos
¿Hay alguna diversión o gusto que antes disfrutaba y que ahora, por el trajín y los afanes de la vida, no he vuelto a practicar? ¿Ya eso me dejó de hacer falta?
Oración
Espíritu Santo, Espíritu de vida, ven, sopla sobre mí; despierta mis deseos de vivir con intensidad y de disfrutar lo que me das cada día. No dejes que me acostumbre a vivir sin lo esencial para la vida: el amor y el placer de estar vivo. Amén.
Lectura bíblica
Lucas 15.11–32
Segura, Harold. En el Camino con Jesús