Vosotros no sabéis a quién adoráis;
nosotros, en cambio, sí sabemos a quién adoramos,
pues la salvación viene de los judíos. — Juan 4.42
La fe en Jesús es una experiencia de vida que se celebra por medio de la entrega y de la obediencia diaria. Cuando esa fe deja de ser experiencia y se convierte en una tradición cultural o en un legado de familia, por ejemplo, entonces pierde su verdadera esencia y deja de ser luz de este mundo (Mateo 5.14).
La mujer samaritana, después de haber encontrado a Jesús (o de que Jesús la encontró a ella) se fue a su tierra y contó a sus paisanos lo que le había pasado. Habló de su experiencia. Sabía muy poco de la doctrina de Jesús y menos de las controversias teológicas que Él sostenía con los maestros religiosos. De esto sabía poco; pero había tenido un encuentro transformador con Jesús.
Los vecinos y las vecinas de Samaria la escucharon con admiración y muchos creyeron en Jesús por la palabra de ella (Juan 4.39). Poco tiempo después, ellos se encontraron con Él. Entonces su fe ya no dependió de lo que la mujer les había contado, sino de lo que ellos mismos experimentaron al estar con Jesús y al escuchar sus palabras.
Trátese de la reflexión teológica, del anuncio del evangelio o del servicio social en el nombre de ese mismo evangelio, cualquiera sea la práctica de fe, debería estar arraigada en una experiencia personal con Jesús. De lo contrario, se corre el riesgo de convertir la fe en una metafísica religiosa o, peor aún, en “una rueda que gira en el aire sin hacer marchar el carro” (Gustavo Gutiérrez).
Para seguir pensando
“Hay tres tipos de personas: los que han buscado a Dios y lo han encontrado; los que no lo conocen, pero lo buscan de todo corazón, y aquellos que no lo conocen y a quienes no les interesa conocerlo”.
— Blas Pascal (1623–1662)
Vale que nos preguntemos
¿Cuáles son las experiencias de encuentro con Jesús que han marcado mi vida espiritual? ¿Cómo puedo cultivar una relación personal diaria con Jesús?
Oración
Eterno Dios, ven a mi encuentro y dame la alegría de experimentar tu compañía y tu amistad. Que cada vez que vengas, encuentres mi puerta abierta y mi corazón dispuesto. Amén.
Segura, Harold. En el Camino con Jesús