Intentaron otra vez los judíos apedrear a Jesús.
Pero él les dijo: Muchas obras buenas he hecho
ante vosotros en virtud del poder de mi Padre;
¿por cuál de ellas queréis apedrearme?
— Juan 10.31–32 (La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Pecan por candidez quienes creen que servir al prójimo, defender sus derechos, promover su dignidad y hacer toda clase de cosas buenas sólo despierta respaldos entusiastas y muchos aplausos. ¡Cómo si hacer el bien fuera bueno para todos!
Hacer el bien despierta la furia del mal. Lo experimentó Jesús y lo saben quienes siguen el camino del servicio y la bondad. Jesús fue perseguido por sanar a los enfermos (eso despertó la ira de los legalistas religiosos), por acoger a los débiles, por anunciar la llegada del reino de Dios y dar testimonio de la presencia amorosa del Padre. ¿Por cuál de estas cosas buenas lo querían apedrear? Por todas ellas y otras más.
Claro, hoy existen —la verdad es que han existido siempre— otras opciones estratégicas para hacer el bien, y es contando con la amistad y la complacencia del mal; u otras aún más paradójicas, como hacer el mal y hacer creer que es un bien. Esto hay que explicarlo: por ejemplo, cuando se promueve la democracia, la equidad y la justicia con el patrocinio económico y político de actores antidemocráticos e injustos, ¿esto no es hacer el bien con el respaldo del mal? O cuando unas naciones invaden pueblos lejanos para promover su libertad, ¿esto no es hacer el mal haciendo creer que es un bien? Ejemplos sobran.
En los círculos más íntimos de nuestra vida diaria (el hogar, la escuela, el trabajo y la iglesia) también existen las incongruencias del bien y del mal.
Por la experiencia y las enseñanzas de Jesús (también por Martin Luther King, Dorothy Day o Monseñor Oscar A. Romero) aprendemos que hay que hacer bien el bien, “en virtud del poder del Padre” y, cuando sea necesario, asumir los riesgos que esto trae.
Para seguir pensando
“Cuando procuramos generar cambio en nuestras sociedades, se nos responde primero con indiferencia, luego con sorna, luego con agravios y al fin con opresión. Por último se nos presenta el mayor desafío: se nos trata con respeto. Esta es la etapa más peligrosa”.
— Mahatma Gandhi (1869–1948)
Vale que nos preguntemos
¿Cuáles son las obras buenas que hago, o que hace mi comunidad de fe o la organización o institución para la cual trabajo? ¿Cuáles son las motivaciones que tengo o que tenemos cuando hacemos el bien?
Oración
Señor bueno, quiero que mi vida sea una expresión de tu amor para el mundo. Hazme un instrumento de tu pazy dame el valor para hacer tu voluntad aun en medio de la burla, el rechazo y la oposición.Amén.
Segura, Harold. En el Camino con Jesús