22 mar 2021

¿Quién dice que estoy en lo correcto? / CUARESMA - día 34

Jesús respondió: Si yo me alabara a mí mismo, mi alabanza carecería de valor. Pero el que me alaba es mi Padre; el mismo que vosotros decís que es vuestro Dios. En realidad no le conocéis; yo, en cambio, lo conozco […]. 
— Juan 8.54–55 (La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)

Alabarse a uno mismo puede verse como algo normal, y hasta saludable para la autoestima. Sin embargo, y conociendo nuestra subjetividad, la autoalabanza corre siempre el riesgo del autoengaño. Creer en nuestra bondad, inteligencia, paciencia, justicia y santidad, no es suficiente; se necesita alguien externo que lo reconozca o lo confirme. 

¡Podemos estar equivocados y no darnos cuenta! Un buen ejemplo de esto es el grupo que está conversando con Jesús en esta ocasión. Él los conoce mejor de lo que ellos se conocen a sí mismos. Ellos ni idea tienen de lo que están diciendo. Creen tener fe, pero no la tienen; dicen conocer a Dios, pero no lo conocen. ¡Hasta dicen que Jesús está endemoniado! (Juan 8.58). 

Entonces, ¿quién nos juzga? ¿De parte de quiénes viene el elogio verdadero? Viene de Dios, quien pesa los corazones: A uno le puede parecer intachable su conducta, pero el Señor juzga las intenciones (Proverbios 16.2). Y viene también de la gente a la que nos debemos. La comunidad a la que servimos y que nos sirve, en la iglesia, en el barrio, en el lugar de estudio o de trabajo… en la familia. Para Jesús, la comunidad que avaló su ministerio fueron los ciegos, los leprosos, los sordos, los muertos que había resucitado; los niños y las niñas, las viudas y los empobrecidos. 

Hay que creer en los elogios que vienen de Dios (Mateo 7.37) y de la comunidad (Lucas 7.22). ¡Esos son los que más valen!

Para seguir pensando
“Todo el arte consiste en no engañarse a sí mismo: mínimas islas de rocas en todo un mar de autoengaños. Lo que más puede lograr un hombre es aferrarse a ellas y no ahogarse”. 
— Elías Canetti (Premio Nobel de Literatura, 1981)

Vale que nos preguntemos
¿Cuento con una persona de confianza que me ayude a ver mis propios errores? ¿Estoy dispuesto a hablar con otras personas acerca de mis actuaciones?

Oración
Tú, Señor, me conoces. Nada está oculto ante ti. Conoces la intimidad de mi corazón y la juzgas. Quiero escuchar tu voz y aprender a caminar en humildad. Escuchar también la voz de la comunidad y aprender a vivir sirviendo. Amén.

Segura, Harold. En el Camino con Jesús