19 abr 2020

La Importancia de la resurrección

La resurrección del cuerpo

[El] Señor Jesucristo … transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya. Filipenses 3:20–21

La victoria de Cristo sobre la muerte también nos anuncia la naturaleza de la resurrección. En primer lugar, el Señor resucitado no era un cadáver resucitado. No creemos que nuestros cuerpos serán milagrosamente reconstituidos a partir de las mismas partículas materiales que los constituyen en el presente. Jesús realizó tres resucitaciones durante su ministerio terrenal, devolviéndole la vida al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro. Uno puede compartir la expresión empática que le dedica C. S. Lewis a Lázaro: ‘Ser traído nuevamente a la vida,’ escribió, ‘y tener que pasar otra vez por el proceso de morir debió haber sido bastante duro’. Pero la resurrección de Jesús no fue una resucitación. Él fue elevado a un plano completamente nuevo de existencia en el que dejó de ser mortal y por eso está ‘vivo por los siglos de los siglos’ (Apocalipsis 1:18).


En segundo lugar, nuestra esperanza de resurrección no consiste solamente en la supervivencia del alma. Como dijo Jesús: ‘yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo’ (Lucas 24:39). Es decir que el Señor resucitado no era un cadáver resucitado ni un fantasma inmaterial. En cambio, fue levantado de la muerte y simultáneamente transformado en un nuevo vehículo para su personalidad. Más aun, nuestro cuerpo de resurrección será como el de él, es decir, una notable combinación de continuidad y discontinuidad. Por un lado, había un vínculo obvio entre su cuerpo anterior y posterior. Las heridas estaban en sus manos, en sus pies y en su costado, y María Magdalena reconoció su voz. Por otro lado, su cuerpo atravesó la mortaja, salió de una tumba sellada, y atravesó puertas con cerrojo. Evidentemente tenía poderes nuevos de los que ni siquiera soñamos.

El apóstol Pablo ilustró esta combinación mediante la imagen de las semillas y las flores. La continuidad asegura que cada semilla produce flor según su género. Pero la discontinuidad es todavía más asombrosa, porque de una simple y hasta fea y pequeña semilla brotará un flor fragante, colorida, y elegante. ‘Así también es la resurrección de los muertos’ (1 Corintios 15:42). En resumen, lo que esperamos no es una resucitación (en la que seríamos levantados pero no transformados) ni una supervivencia (en la que seríamos transformados en fantasmas incorpóreos), sino una resurrección (en la que seremos a la vez levantados y transformados, simultáneamente transfigurados y glorificados).

Para continuar leyendo: 1 Corintios 15:35–38

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis