El aposento alto
Vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: … Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Juan 20:19, 21
Esta es la versión de Juan sobre la Gran Comisión. Está rodeada por cuatro frases breves y directas que dirigió a los discípulos. Primero, Jesús les aseguró paz. Era la tarde del primer día de resurrección, y los apóstoles estaban reunidos a puertas cerradas, llenos de miedo. Entonces se presentó Jesús en medio de ellos e impartió paz a sus mentes y conciencias atribuladas. Por su puesto, shalom era el saludo convencional, pero aquí vemos algo más que un trato convencional. Entonces les mostró sus manos y su costado, confirmando su palabra con una señal, como en la Cena del Señor.
Segundo, Jesús les dio un modelo de misión: ‘Como me envió el Padre, así también yo os envío’ (v. 21). La misión de Jesús incluía la encarnación, que ha sido descrita como ‘la identificación transcultural más espectacular en la historia del mundo’. Era la identificación total, aunque sin pérdida alguna de identidad, porque al volverse como uno de nosotros él no dejó de ser quien era. Y ahora nos envía al mundo como el Padre lo envió a él. La misión genuina es misión que se encarna. Es decir, requiere entrar en el mundo de las otras personas.
Tercero, Jesús les dio la promesa del Espíritu Santo. Sopló sobre ellos y dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’ (v. 22). No debían salir por sus propios medios. La misión es imposible sin el Espíritu Santo. Es él quien nos equipa y nos da poder para el evangelismo. En otro momento Jesús había dicho a los discípulos que esperaran la venida del Espíritu. Al soplar sobre ellos estaba haciendo una parábola dinámica que confirmaba la promesa de lo que luego iban a recibir.
Cuarto, Jesús les dio un evangelio de salvación: ‘A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.’ (v. 23, BLP). Esta es otra afirmación controversial, sobre la cual la Iglesia Católica Romana ha basado su pretensión de que los sacerdotes tienen autoridad legal para escuchar confesiones y otorgar absolución. Pero los apóstoles nunca exigieron una confesión ni otorgaron absolución. En lugar de ello, predicaban el evangelio de salvación con autoridad, prometiendo perdón a quienes creyeran y advirtiendo el juicio para quienes se negaran a creer.
Para continuar leyendo: Juan 20:19–23
Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis