30 oct 2020

LA PASCUA - Moisés y el Éxodo

La pascua

Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir. Éxodo 12:23 

Dios entregó instrucciones específicas sobre la décima y última plaga. Alrededor de la medianoche pasaría por Egipto en un acto de juicio, y morirían los primogénitos de todas las clases sociales.

Los israelitas serían protegidos si mataban un cordero de un año, sin defecto, uno por familia, y untaban parte de su sangre en la parte superior y en los laterales de la puerta de entrada de su casa. No debían salir porque esa noche Dios pasaría a través de Egipto y, cuando viera la sangre sobre el dintel, pasaría sin tocar esa casa. Esta celebración de la Pascua marcaría el comienzo del año de los israelitas, y debía celebrarse todos los años.

Para los cristianos, Jesucristo es ‘el Cordero de Dios’ de quien proclamamos: ‘porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta’ (1 Corintios 5:7–8). Podemos aprender varias verdades a partir de la historia de la Pascua. En primer lugar, el Juez y el Salvador son la misma persona. El Dios que pasó por Egipto y aplicó su justicia sobre los primogénitos también pasó protegiendo a los hogares de los israelitas. Nunca debemos hacer la diferencia entre el Padre como Juez y el Hijo como Salvador. Es uno y el mismo Dios quien en la persona de Jesucristo nos salva de su propio juicio.

En segundo lugar, la salvación fue (y es) un acto por sustitución. Los únicos varones primogénitos que no murieron fueron los de aquellas familias donde un cordero primogénito había muerto en su lugar. En tercer lugar, la sangre del cordero debía ser esparcida después de haber sido derramada. Debía haber un acto de apropiación individual de la provisión divina. Dios debía ver la sangre a fin de salvar a esa familia.

En cuarto lugar, cada familia rescatada por Dios era en consecuencia propiedad adquirida por Dios. Su vida entera ahora le pertenecía. También nuestra vida le pertenece a Dios. Y la consagración conduce a la celebración. La vida del pueblo redimido de Dios es una fiesta continua, ritualmente expresada en la Santa Cena, que es nuestra fiesta cristiana de acción de gracias.

Para continuar leyendo: Apocalipsis 5:6–14

Stott, J. (2013). Toda la Biblia en un año: Reflexiones diarias Desde Génesis hasta Apocalipsis