También los de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se volvieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es mayor que Jonás. — Lucas 11.32
Los más fieles seguidores y las más fieles seguidoras de Jesús procedían de las regiones y de los sectores sociales menos esperados. Se esperaba, por ejemplo, que el pueblo de Israel y, en especial, sus maestros religiosos, acogieran a Jesús y celebraran su llegada; pero no fue así. Se suponía también que las personas especializadas en el estudio de las Escrituras sagradas interpretarían las profecías y comprenderían que Jesús era el Mesías anunciado; pero tampoco fue así.
A Jesús lo recibieron los publicanos rechazados, los pobres desplazados, los pecadores excluidos y muchos extranjeros marginados. Las mujeres, los niños y las niñas, los enfermos, las viudas y los samaritanos, entre otros, fueron el público preferido por Jesús y el que mejor comprendió y aceptó su mensaje.
En esto había poca o ninguna diferencia con la historia del pasado, porque sucedió lo mismo en la época de Jonás. Cuando el profeta predicó a los habitantes de Nínive, estos se arrepintieron. Y eran ninivitas, es decir, un pueblo distante de las fronteras del pueblo escogido, además de ser un pueblo enemigo de Israel (era la capital del Imperio asirio). ¿Que los enemigos de Dios se arrepientan? Eso nadie lo iba a creer; ni siquiera Jonás, que fue el predicador (¡vaya predicador!).
Con razón dice Jesús que Nínive se levantará en el día del juicio para juzgar a los que no creyeron. ¿Los “escépticos” juzgando a los “creyentes”? ¿Los paganos condenando a los cristianos? ¡Esto es el mundo al revés! Los últimos pasan a ser los primeros y los primeros se quedan atrás, muy atrás, viviendo de sus falsas ilusiones de virtud.
Hay que aprender a desconfiar de los religiosos, de los que aparentan santidad; de los que hacen alarde de ser los escogidos. Es hora de mirar hacia los márgenes, donde están los que no han sido. ¿No encontramos allí, muchas veces, los mejores ejemplos de la fe verdadera?
Para seguir pensando
“¿A qué personas no invitaría a mi mesa? Puede ser una advertencia sobre la calidad de sus vidas. Pero el problema es que es una advertencia aún más triste sobre la calidad de la mía”.
— Joan Chittester (monja benedictina, periodista y escritora)
Vale que nos preguntemos
¿Cuáles son los grupos de personas que hoy en día se suelen calificar como los menos piadosos o menos adeptos a las iglesias cristianas? ¿Qué tienen qué enseñarme esas personas acerca de Dios y de la fe?
Oración
Soberano Señor, abre mis ojos para que pueda ver lo que tengo que aprender de parte de las personas que no comparten mi doctrina, ni viven la fe como la vivo yo, ni participan en mi iglesia. Líbrame, Señor, de creer que sólo mi grupo y yo te somos fieles. Amén.
Segura, Harold. En el Camino con Jesús